miércoles, 25 de enero de 2012

¿que ves?

Y es entonces cuando empiezas a correr, a huir de dondequiera que esté su recuerdo, a destruir todas las ruinas que quedaron en ti, de él; de sus gestos, de las mil maravillas que te decía su nombre, y te dolerá descubrir, que ya no será él quién parpadee en la pantalla de tu teléfono, que no volverá a quejarse por tenerte que ir a buscar a casa, que no disimulará para darte la mano en cualquier rincón de un segundo. No será él quién te levante a las diez de la mañana para decirte: Buenos días princesa. Que ya no oirás su voz en ninguna dimensión posible, y que sólo quedarán los restos de un pitido inerte que demacrarán tus oídos. Le buscarás al otro lado vacío de la cama, en cualquier esquina, en las mañanas, las tardes de domingo, y en las borracheras dónde no tendrás una mano que te acompañe para llegar a casa.




Y es entonces cuando te paras, lloras, y te atreves a mirar atrás.

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