Que el corazón tiene razones que la razón desconoce, que actuamos por
puro instinto, en realidad no pensamos, nos dejamos guiar por impulsos.
Impulsos que nos llevan a cometer las mayores estupideces o a hacer
nuestras mejores hazañas. Esos mismos impulsos que conducen a un primer
beso, o a la necesidad de abrazar a alguien, y que generalmente son
imparables.
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