Déjame
escribirte los versos
que
no escribió Neruda
aquella
noche.
Déjame
decirte
ahora
que no me escuchas
que
pretendo encontrarte al filo del abismo,
allí
donde escuecen más las horas,
para
llevarte tan lejos
que
no encuentres
ni
los recuerdos.
Déjame
rimarte con mis dudas,
bailarte
el agua,
y
si quieres
el
cielo puede esperar.
No
sé si tiemblas cuando lloro
si
te ahorca el corazón
descubrir
que mi llanto es mayor que mi pecho
cuando
aparecen esas ganas de matar
los
kilómetros a besos.
No
sé dónde te escondes
cuando
siento tu cuerpo
y
tú hace tiempo que dejaste de estar.
Y
mucho menos qué hacer cuando
te
miro
y
no eres tú quien me llena la vida de sueños.
Dormir
sabe insípido
cuando
abrir los ojos significa
querer
cerrarlos para siempre.
Y
no puedes ni imaginarte cuántos monstruos
tengo
acumulados aquí dentro
desde
que no estás.
Déjame
decirte que el problema no son mis ganas
de
mirarnos hacia delante,
son
las tuyas de desgastarnos de reojo,
de
esquivar la felicidad
con
la necesidad de venderte
al
dolor del ayer.
No
me entiendo cuando pido
un
poquito de tu daño
para
sanar las heridas
que
ya no caben en mis bolsillos
pero
ven.
Tú
eres demasiadas veces
naufragio
y salvavidas
y
yo ya no sé nadar entre dudas.
Ya
no me quedan lágrimas
cuando
en lugar de nosotros
somos
solo
tú
y yo.